En algunas culturas la eficacia curativa de las piedras minerales se equiparaba a la de las plantas, y las piedras eran recetadas por los médicos.
Propiedades curativas de piedras naturales
En el Imperio Romano, durante los siglos III y IV, las piedras a las que se atribuían poderes curativos o mágicos eran prescritas al paciente por el médico, que encargaba después su grabado al tallador de gemas. Se conseguían así verdaderos amuletos personalizados, según las necesidades de cada uno. Con frecuencia en esos grabados aparecían divinidades egipcias con inscripciones que invocaban sus favores.
La eficacia curativa de las piedras minerales se equiparaba a la de las plantas. Curiosamente, aún hoy perviven expresiones que muestran cierta analogía entre minerales y plantas. La explotación de una mina se denominaba con frecuencia “cultivo”. Un rubí descolorido es considerado como todavía “inmaduro”. Una esmeralda pálida y opaca se vende como “raíz de esmeralda”.
Ciertas sustancias de origen mineral son útiles, incluso imprescindibles, para el organismo humano. En la antigüedad, en ausencia de productos artificiales, se intentaba la adquisición de determinados elementos a través de la ingesta de minerales debidamente molidos, lavados y filtrados. Lógicamente, las pociones que se preparaban así eran a veces incluso perjudiciales. Que el ágata molida bebida con vino cure las heridas y que el zafiro tomado con la leche calme los dolores de intestino, como está prescrito en el lapidario de Dagimeron (s. V-VI dC) es más que dudoso.
Y bueno, desde el antiguo Egipto los alquimistas intentaron todas las fórmulas posibles para encontrar el Shangri la de los minerales, la piedra filosofal, que convertiría cualquier metal en oro.